miércoles, 14 de mayo de 2008

CATETOS

Es la primera vez que leo a María del Mar Soria Ibáñez y, visto lo visto, le auguro un gran porvenir en nuestro semanario por su "vista" y su "imparcialidad".

Según la corriente de opinión predominante en El Sol, y que esta articulista ha adoptado con fruición, los únicos antequeranos de pro deben ser los comerciantes, ya que todas las modificaciones de la ciudad deben hacerse en función de sus cuentas de resultados. Los restantes vecinos somos una especie de "paganos" sin derechos y animales consumidores... a mayor gloria de los citados comerciantes.

En este contexto la llamada peatonalización de Antequera es vista como la panacea... para el comercio. Esta señora dice que es elogiable la apuesta por la peatonalización, porque en ciudades como Málaga (Larios) o Madrid (Preciados) esta opción las ha convertido en un símbolo de cosmopolitismo al más puro estilo newyorkino. (sic)

Joer, semos cosmo... güeno, eso... como los newyorkinos y yo con estos pelos.

Los que no tienen la suerte de ser comerciantes y tienen que llevar sus hijos al colegio para seguir su camino al polígono o a otras localidades donde trabajan lo tienen crudo. En el mejor de los casos les queda media hora como mínimo de callejear por Antequera para llegar a su meta. Eso si no se encuentran varias calles cortadas por un repartidor, una hormigonera, una valla solitaria plantada en mitad de la calzada sin motivo aparente...

No sé yo si finalmente matarán a la gallina de los huevos de oro, pues conozco bastante gente de pueblos cercanos que dicen no pisar el centro ni para dar un recado, pues o se comen el coche o se gastan una pasta entre zonas azules y parkings privados, así que prefieren quedarse en Eroski, con aparcamiento gratis, tiendas de todo tipo, bares y su cine para pasar la tarde. Puede ser que Antequera se esté haciendo tan incómoda que finalmente tengamos un centro comercial... vacío. Habría que preguntarle, por ejemplo, a los hermanos Linde por qué han cerrado su emblemático establecimiento de ferretería en pleno centro de Antequera para irse al polígono.

Además está la forma en que se solucionan los problemas creados por la peatonalización. Esta tarde he asistido a una situación esperpéntica. Calle de la Tercia, varios coches intentando acceder a sus cocheras en la calle Campaneros enfrentados a otro vehículo que acaba de salir de una de ellas. Un espacio existente donde se podría poner este último para dejar paso a los demás, ocupado por una furgoneta de reparto. Y todo porque nadie ha previsto que, existiendo dos accesos, uno sea de entrada y otro de salida, amén de que los comerciantes (otra vez) tienen derecho de pernada para usar las calles peatonales a su gusto para el reparto. Los conductores con un cabreo de dos pares, llamando a la policía municipal que se niega a acudir. Al final, el conductor que estaba en sentido minoritario se tiene que jugar la carrocería maniobrando marcha atrás para no pasarse la tarde empantanado.

Y a todo esto, el impuesto de circulación es uno de los más caros de España. Un impuesto por el que el conductor no recibe nada a cambio, pues casi no se puede ya circular; y aparcar, no digamos.

Con tanta catetada de parecerse a Málaga, Madrid o New York, terminaremos pareciéndonos a Arcos de la Frontera, un precioso pueblo gaditano de estructura medieval donde, si necesitas transportar algo a la calle de atrás debes dar la vuelta a todo el pueblo al ser de un único sentido.

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